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Cada año organiza la Peregrinación a Luján saliendo como comunidad desde la Parroquia, dispone de un grupo de apoyo que los acompaña a lo largo del camino, dándole al peregrino lo que necesita, para llegar a la casa de María. Cuenta con animadores que van por el camino, alentando para no caer, ni desistir, van cantando y rezando. Transmitiendo la alegria de ser hijos de Dios. Te invitamos a ser parte de esto.

20/10/07

Peregrinación del Papa Benedicto XVI al Santuario de Mariazell (el Luján de Austria)

San Bernardo dice, y nosotros decimos con él:

"Mira la estrella, invoca a María. (...) En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres, piensa en María, invoca a María. Que su nombre no se aleje de tu boca, que no se aleje de tu corazón. (...) Siguiéndola, no te pierdes; invocándola, no te desesperas; pensando en ella, no te equivocas. Si ella te tiene de la mano, no caes; si ella te protege, no temes; si ella te guía, no te cansas; si ella te concede su favor, llegas a tu meta" .

Peregrinar significa estar orientados en cierta dirección, caminar hacia una meta. Esto confiere una belleza propia también al camino y al cansancio que implica.

El impulso hacia la fe cristiana, el inicio de la Iglesia de Jesucristo fue posible porque existían en Israel personas con un corazón en búsqueda, personas que no se acomodaron en la rutina, sino que escrutaron a lo lejos en búsqueda de algo más grande: Zacarías, Isabel, Simeón, Ana, María y José, los Doce y muchos otros. Al tener su corazón en actitud de espera, podían reconocer en Jesucristo a Aquel que Dios había mandado, llegando a ser así el inicio de su familia universal.

Necesitamos este corazón inquieto y abierto. Es el núcleo de la peregrinación. Tampoco hoy basta ser y pensar, en cierto modo, como todos los demás. El proyecto de nuestra vida va más allá. Tenemos necesidad de Dios, del Dios que nos ha mostrado su rostro y abierto su corazón: Jesucristo. San Juan, con razón, afirma que "él es el Hijo único, que está en el seno del Padre" (Jn 1, 18); así sólo él, desde la intimidad de Dios mismo, podía revelarnos a Dios y también revelarnos quiénes somos nosotros, de dónde venimos y hacia dónde vamos.

El Señor los invita a la peregrinación que la Iglesia lleva a cabo "a lo largo de los tiempos". Os invita a haceros peregrinos con él y a participar en su vida, que también hoy es vía crucis y camino del Resucitado a través de la Galilea de nuestra existencia. Sin embargo, es siempre el mismo e idéntico Señor quien, mediante el mismo y único bautismo, nos llama a la única fe. Por tanto, compartir su camino significa ambas cosas. La dimensión de la cruz, con fracasos, sufrimientos, incomprensiones, más aún, incluso con desprecio y persecución; pero también la experiencia de una profunda alegría en el servicio y la experiencia de la gran consolación que deriva del encuentro con él. La misión de las parroquias, de las comunidades y de cada uno de los cristianos bautizados, como la de la Iglesia , tiene su origen en la experiencia de Cristo crucificado y resucitado.

El centro de la misión de Jesucristo y de todos los cristianos es el anuncio del reino de Dios. Para la Iglesia , al igual que para todos los bautizados, este anuncio en el nombre de Cristo implica el compromiso de estar presentes en el mundo como sus testigos. En efecto, el reino de Dios es Dios mismo que se hace presente en medio de nosotros y reina por medio de nosotros.

Por tanto, la edificación del reino de Dios se hace realidad cuando Dios vive en nosotros y nosotros llevamos a Dios al mundo.

Una vida en el seguimiento de Cristo no se puede fundar en criterios unilaterales; con entregas a medias, una persona quedaría insatisfecha y, en consecuencia, quizá también espiritualmente estéril.

Nuestra luz, nuestra verdad, nuestra meta, nuestra satisfacción, nuestra vida no es una doctrina religiosa, sino una Persona: Jesucristo. Mucho más allá de nuestra capacidad de buscar y desear a Dios, ya antes hemos sido buscados y deseados, más aún, encontrados y redimidos por él. La mirada de los hombres de todos los tiempos y de todos los pueblos, de todas las filosofías, religiones y culturas, encuentra finalmente los ojos abiertos del Hijo de Dios crucificado y resucitado; su corazón abierto es la plenitud del amor. Los ojos de Cristo son la mirada del Dios que ama.

"Sine dominico non possumus!" Sin el don del Señor, sin el Día del Señor no podemos vivir.
Para aquellos cristianos [que fueron mártires en el año 304 ] la celebración eucarística dominical no era un precepto, sino una necesidad interior. Sin Aquel que sostiene nuestra vida, la vida misma queda vacía. Abandonar o traicionar este centro quitaría a la vida misma su fundamento, su dignidad interior y su belleza.

Necesitamos este encuentro que nos reúne, que nos da un espacio de libertad, que nos hace mirar más allá del activismo de la vida diaria hacia el amor creador de Dios, del cual provenimos y hacia el cual vamos en camino.

La participación en este amor dio a María la fuerza para su "sí" sin reservas. Ante el amor respetuoso y delicado de Dios, que para la realización de su proyecto de salvación espera la colaboración libre de su criatura, la Virgen superó toda vacilación y, con vistas a ese proyecto grande e inaudito, se puso confiadamente en sus manos. Plenamente disponible, totalmente abierta en lo íntimo de su alma y libre de sí, permitió a Dios colmarla con su Amor, con el Espíritu Santo. Así María, la mujer sencilla, pudo recibir en sí misma al Hijo de Dios y dar al mundo el Salvador que se había donado a ella.

¡Cuántas personas han elevado los ojos hacia María! ¡Cuántos han experimentado en las dificultades personales la fuerza de su intercesión! Pero nuestra esperanza cristiana va mucho más allá de la realización de nuestros deseos pequeños y grandes. Nosotros elevamos los ojos hacia María, que nos muestra a qué esperanza estamos llamados (cf. Ef 1, 18), pues ella personifica lo que el hombre es de verdad.

Abramos nuestro corazón; acojamos esa herencia tan valiosa. Entonces podremos entonar, juntamente con María, el himno de alabanza de su gracia. Y si seguimos poniendo nuestras preocupaciones diarias ante la Madre inmaculada de Cristo, ella nos ayudará a abrir siempre nuestras pequeñas esperanzas hacia la esperanza grande y verdadera, que da sentido a nuestra vida y puede colmarnos de una alegría profunda e indestructible.

Bergoglio pidió a la Virgen que ayude al pueblo a vivir en la verdad

Extracto (parcialmente publicado en AICA) de la homilía de Mons. Bergoglio en la Misa de Cierre de la Peregrinación Juvenil el 7 de Octubre

Luján (Buenos Aires), 8 Oct. 07 (AICA)

Bergoglio durante la misa en Luján
Una multitud de jóvenes participó de la trigésima tercera peregrinación juvenil a pie a Luján, donde el arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, pidió a la Virgen que ayude a los argentinos “a vivir en la verdad”.

“Nos vamos a casa con la seguridad de que no vamos a ser confundidos, engañados, porque le hemos pedido a la Virgen, nuestra Madre, que nos ayude a vivir en la verdad”, destacó el purpurado porteño ante los miles de jóvenes que participaron de la misa en la Plaza Belgrano, frente a la basílica.

Tras señalar que “en la Casa de Jesús, la casa que cuida su Madre, están las raíces de nuestra fe, las raíces que tenemos como pueblo”, recordó que “ésta es la verdad de nuestra historia y de nuestra pertenencia a esta querida patria, que desde sus orígenes tiene a la Virgen como patrona, como Madre que cuida la esperanza de sus hijos”.

El prelado precisó que peregrinamos a Luján porque “necesitamos confirmar lo que se nos dio por la fe, un bien que se nos dio desde el principio, la verdad. Necesitamos que Ella nos confirme que Dios es la verdad” e invitó a repetir tres veces, parafraseando el lema de la peregrinación: “Madre, ayúdanos a vivir la verdad”.

El cardenal Bergoglio advirtió, además, que “hay alguien que no quiere la verdad, Jesús le puso un nombre: el padre de la mentira, el demonio”, y recordó que “ya a Jesús en el desierto se le apareció y le dibujó escenario distinto de mentira para que se apartara de la verdad por la cual había venido”.

“El mentiroso por esencia, ese que nos muestra vidrios de colores y nos quiere hacer creer que son joyas preciosas, es el demonio, que nos engaña, nos promete y no nos paga, porque como es mentiroso es un mal pagador. Es el padre de la mentira”, sentenció.

El primado insistió en que “nos vamos a casa con la seguridad de no ser confundidos, de que no vamos a ser engañados, porque hoy le hemos pedido de corazón que nos ayude a vivir en la verdad. Porque es la Madre la que va a protegernos para no ser engañados, para no ser confundidos por las artimañas del demonio”.

Fe y esperanza
La columna principal de peregrinos –con la “imagen cabecera” de la Virgen- habían partido el sábado del santuario de San Cayetano, en el barrio porteño de Liniers, tras agradecerle al santo que había salido el sol y que la lluvia no haría más difícil los 70 kilómetros hasta la basílica de la patrona nacional.

Ese grupo llegó a las 6.43 a la Plaza Belgrano, de Luján, en medio de aplausos y vítores. La mayoría descansaba en el suelo, pero al verla llegar se pusieron de pie para recibirla, mientras se escuchaba la canción “Madre del pueblo, bendita eres”.

Referencia al aborto
Antes de bendecir a los peregrinos que salían del santuario de San Cayetano, el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Eduardo García, advirtió que "causa extrañeza la protesta indiscriminada contra todo tipo de atropello a la libertad, a la violencia, a la muerte irracional, a toda forma de guerra, y por otro lado la reivincidcación del aborto, bien sea enteramente, bien por 'indicaciones' cada vez más numerosas y mentirosas".

"Todos defendemos la vida y nos oponemos a todo tipo de violencia y muerte", recordó, al tiempo que subrayó que "vivir en la verdad significa no confundir derechos con caprichos o egoísmos, libertad con hacer lo que se me viene la gana, comprensión con complicidad, tolerancia con indiferencia, firmeza con prepotencia, coherencia con empecinamiento, vicio con necesidad, hipocresía con diplomacia".

Monseñor García estimó además que "una sociedad, por muy organizada que se sienta, no puede ser estable sin la verdad que nos debemos unos a otros, porque es ella la que mantiene la armonía interior de cada cual y el orden y la justicia en las relaciones mutuas".

12/10/07

Como sucedió el milagro de Luján

Todo Comenzó así...

Corría el mes de Mayo de 1630 cuando la milagrosa imagen de la Virgen llegó a la Argentina.
Antonio Farias Saá, era un hacendado radicado en Sumampa (Stgo. del Estero) quería construir en su estancia, una capilla para la Virgen. Para eso le pidió a un amigo que vivía en Brasil que le enviara una imagen representando a la Inmaculada Concepción de María. Su amigo, (no se sabe por qué), le envió dos imágenes: la que le había encargado y otra de la Virgen con el Niño Jesús. Llegadas a Bs. As. fueron colocadas en una carreta y partieron en una caravana tomando por el Camino Viejo hacia el norte, rumbo a Córdoba del Tucumán (nombre con que se conocía la región en aquel momento).
La caravana se detuvo a orillas del río Luján, a 67 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, en una hacienda conocida como la estancia de Rosendo Oramas. Al día siguiente, cuando quisieron proseguir con el viaje, y pese a los esfuerzos que hicieron, la carreta que llevaba las imágenes, no se movía. Bajaron la mercadería pero todo resultó inútil (las dos imágenes se hallaban ubicadas en el fondo de la carreta, en dos pequeños cajones). Los carreteros retiraron una imagen y la carreta no se movió; la subieron y bajaron la otra y la carreta marchó normalmente. En ese instante todos comprendieron que estaba ocurriendo algo milagroso. Al ver que la Virgen quería permanecer en ese lugar (hoy Villa Rosa, en el Partido de Pilar, a unos 30 kilómetros de la Basílica Nacional de Luján) dejaron la imagen en casa de Don Rosendo, quien posteriormente hizo construir una pequeña ermita con techo de paja y piso de tierra, entre los pajonales de la pampa, donde permaneció la Virgen desde 1630 hasta 1674. El negro Manuel, traido de África y vendido como esclavo en Brasil, llegó al Río de la Plata a la edad de 20 años, en la embarcación que transportaba a la bendita imagen, presenció el milagro y vivió consagrando su vida a la atención de la Santísima Virgen. La Sagrada imagen permaneció en el lugar unos 40 años. Hacia 1671, la estancia de Don Rosendo se hallaba en lastimoso estado por descuido de sus dueños y por consiguiente la ermita de la Virgen quedó en un lugar casi despoblado. A este abandono contribuyeron también: el cierre del Camino Viejo a Córdoba, el temor por el ataque de los indios y la indiferencia con que las autoridades eclesiásticas miraban la devoción a Nuestra Señora.
Por tal abandono, los peregrinos se sentían desconsolados y no encontraban en ese lugar casa o rancho donde hospedarse ni facilidades para frecuentar las visitas. Por aquellos años, Doña Ana de Mattos, viuda de Siqueyras, dueña de una estancia sobre la margen derecha del Río Luján, a unos 30 km al oeste de los campos de Don Rosendo, le ofrece al Padre Juan de Oramas, cura de la Catedral de Buenos Aires y heredero de los bienes de Don Rosendo, comprarle la imagen y trasladarla a su estancia. Allí estaría a resguardo de posibles profanaciones y sería más accesible para los peregrinos, por estar el lugar, cercano al Camino Real más seguro y transitado. Dado que los argumentos de Doña Ana eran razonables, la santa imagen fue llevada a su casa, pero al día siguiente y sin participación de persona alguna, la Virgen había vuelto a su vieja ermita. Llevada nuevamente a la estancia de la Señora Mattos, la imagen repite el episodio. Ante este extraño acontecer intervienen las autoridades eclesiásticas de Bs. As. y por tercera vez la Santísima Virgen es trasladada a la casa de la hacienda de doña Ana pero esta vez llevaron en andas la milagrosa imagen y en devota procesión celebrando finalmente una misa al llegar. En 1677, en los terrenos donados por la Señora Mattos, se construyó el primer templo.
En 1730 Luján era instituida Parroquia.

Construcción del Templo

El cura párroco don José Andújar quiso ampliar el templo, pero la construcción después de grandes contratiempos terminó por desplomarse. Con el tiempo y superados los inconvenientes el lugar empezó a poblarse con los devotos de la Virgen. De esta forma el paraje se convirtió en una aldea que se llamó Pueblo de Nuestra Señora de Luján y en 1755 se le otorgó el título de Villa.
A fines de 1754, don Juan de Lezicay Torrezuri inició la construcción del nuevo templo que terminó felizmente en 1765 y los cabildantes de Luján "eligieron y juraron a Nuestra Señora por Celestial Reina y Patrona". Hacia el año 1872, el arzobispo de Bs. As., Monseñor Federico Ameiros, entregó la custodia del templo a los sacerdotes de la Congregación de la Misión, conocidos como padres Lazaristas.
En 1889 el Padre Salvaire fue nombrado cura párroco de Luján y dedicó su vida y esfuerzos para edificar la gran Basílica.

Virgen de Luján "Fundadora de esta Villa"

En ella se encuentra la imagen de la Virgen de 38 cm. de altura modelada en arcilla cocida (terracota), de rostro moreno y ovalado. Los pies de la Santa Imagen se apoyan sobre nubes, desde las que surge una media luna y cuatro cabezas de angelitos con sus pequeñas alas desplegadas. Está cubierta con vestiduras: túnica blanca y manto azul-celeste y tiene sus manos juntas en el pecho. El padre Salvaire hizo cubrir la Santa Imagen con una coraza de plata para impedir su deterioro (antes de esta operación se sacaron moldes que permiten su reproducción auténtica).
En 1887, el padre colocó la Imagen sobre una base de Bronce, le adosó la rayera gótica con la inscripción "Es la Virgen de Luján la primera fundadora de esta Villa" y una aureola de 12 estrellas. Ornamentada en esta forma, fue coronada con la Corona Imperial bendecida por León XIII.
El Santuario recibió de Pio XII el título de Basílica en el año 1930.

Peregrinaciones

Millones de personas concurren cada año al Santuario de Luján. Es uno de los centros de peregrinación más importantes de Latinoamérica.
El 3 de diciembre de 1871 se realizó la primera peregrinación general, con el propósito de agradecer a la Virgen, el final de la epidemia de fiebre amarilla, que había azotado a Buenos Aires, provocando más de trece mil muertos. Desde esa primera peregrinación, se han llevado a cabo muchas otras. Uno de los hechos más significativos y que se ha dado en llamar "el gran milagro de Luján" fue el comiezo de las peregrinaciones juveniles en octubre de 1975, cuando la muchachada irrumpió en una colosal explosión, que fue el estupor de la ciudad Capital, del Gran Buenos Aires y de toda la República, sobrepasando los planes de sus organizadores. Fue aquello un verdadero milagro. Desde esa fecha y hasta el presente la marcha juvenil al Santuario Mariano continúa con la misma fuerza y vitalidad.

Gracias Madre por quedarte con nosotros.

Que es Peregrinar?

Nuevamente nos ponemos a peregrinar a la casa de nuestra Madre en Luján.
La peregrinación es una experiencia fuerte en nuestras vidas. Sabemos que la peregrinación no es una competencia deportiva sino una forma de piedad en torno a la vida sacramental de la Iglesia, un acontecimiento comunitario de fe; ya que, además de llevar a la Virgen nuestras intenciones, vamos también llevando las de nuestra comunidad. Somos muchos los que emprendemos este camino y muchos los que nos ayudan y rezan por nosotros; seamos entonces también generosos con aquellos que van a nuestro lado.
La gente del equipo de apoyo trabaja de un modo especial antes y durante la peregrinación para que el camino nos resulte más liviano. Ellos también estarán haciendo un gran esfuerzo manteniéndose activos y serviciales con nosotros, no olvidemos ser agradecidos con ellos.